No hay nada mejor
No hay nada mejor
Que casa

Jungkook acomodaba la mesa y ponía las tazas sobre el mantel. Café, té, pan, unas cuantas galletas de limón y una que otra cosa que pudieran querer comer.

Hoseok estaba en la cocina calentando el agua y Taehyung en algún lugar de la casa haciéndose el tonto para no hacer nada. Hoseok avisaba que la tetera estaba hervida y esa era la orden para ir tomar asiento.

Jungkook se sentaba frente a sus dos padres y preparaba su taza. Hoseok preparaba la suya y la de su esposo mientras Taehyung servía el agua caliente. A sus papás les gustaba endulzar el té con miel y Jungkook solía olvidar eso. Le pedían que se levantara y la fuera a buscar y, cuando desaparecía por la puerta, Taehyung le robaba un par de besos a Hoseok. O a veces Hoseok a Taehyung.

Con todo en su lugar, comían su merienda de la tarde y conversaban de su día.

Se decían lo que ocurrió en sus trabajos y Jungkook les contaba del colegio. Hablaban de los amigos de la familia, de algo que sucedió en el barrio. Las cosas buenas y las cosas malas. Estaba sentado en esa silla cuando Jungkook les contó a sus padres de su primera novia y también semanas después cuando les contó que terminaron.

Podían haber peleado, pero ningún enojo era tan fuerte como para ausentarse a la merienda de esa hora. Sus padres le contaron que fue ahí, en esa misma mesa, donde ambos tomaron la decisión de adoptarlo. Jungkook recordaba varias veces haber llorado en ese lugar; también era el centro de conversaciones importantes y de las malas noticias.

A veces llovía y a veces no. A veces eran días buenos y otros malos. A veces Taehyung servía el agua caliente entre risas y otras veces estaba tan molesto con Hoseok que ni siquiera lo miraba.

El tiempo pasó y Jungkook asistió a la universidad. Se fue de casa y solo los visitaba algunos fines de semana.

Jungkook siempre había sido de café, pero en algún momento empezó a beber té con miel al igual que sus padres.

Los veía interactuar entre ellos y ambos eran su zona segura. Ahí donde podías ausentarte meses, pero siempre te sentirás amado y bien recibido. Donde el calor se siente dentro del pecho y entre los brazos donde todo dolía menos.

Jungkook tenía ya 26 años y era económicamente independiente. Sin embargo, no era tan independiente de la risa estruendosa de su papá Hoseok ni del trato amable de su papá Taehyung. No había mejor lugar al que visitar cuando estaba cansado y sentía que ya no podía más.

Jungkook veía en esa casa, en esa mesa y en el sabor del té con miel el amor de familia.

Fue una tarde de octubre en la que la lluvia caía copiosamente cuando Hoseok invitó a Jungkook a merendar ese día, pero su voz tan apagada le decía que no habían noticias buenas.

Cuando llegó a casa sus papás tenían la mesa servida y el agua caliente. Taehyung intentaba contener las lágrimas y Hoseok lo miraba lleno de tristeza sin estar seguro de cómo actuar. En vez de forzar el tema, Jungkook se sirvió su propio té con miel y esperó a que sus padres le contaran lo que sucedía.

Después de una corta charla casual, Hoseok se levantó a buscar una carpeta que le extendió a Jungkook para permitirle leerla. Eran los resultados de unos exámenes médicos.

Jungkook recordó años pasados, donde había escuchado a papá Hoseok quejarse de dolores en la espalda baja. Abrió y empezó a leer, con las manos temblando.

Habían páginas llenas de imágenes y números que no entendía. Llegó al final, al último párrafo, donde había una frase con mayúsculas destacada.

Cáncer a los riñones. Metástasis en hígado y pulmones.

Jungkook levantó la mirada para encontrar a papá Taehyung rompiendo en llanto abrazando desesperadamente a Hoseok.

—No me dejes. No me dejes. No me dejes. No me dejes.

Jungkook veía como el mayor intentaba mantener la compostura y contener a su amado.

Fue una tarde de octubre en la que la lluvia caía copiosamente cuando Hoseok invitó a Jungkook a merendar ese día. Fue esa tarde de octubre en la que el ánimo del cielo y el de sus corazones pareció haberse sincronizado.

El tiempo transcurrió y papá Hoseok se veía cada vez más pálido, pero no dejaba de bromear ni hacer chistes estúpidos.

El tiempo transcurrió y papá Hoseok se veía cada vez más delgado, pero Taehyung nunca dejó de mirarlo con adoración ni de servirle el agua caliente a su té con miel.

El tiempo transcurrió y papá Hoseok ya no estaba en casa, pero Taehyung nunca dejó de pensarlo.

Jungkook veía lleno de tristeza como papá Taehyung miraba con añoranza la silla desocupada de Hoseok, como si pudiera verlo ahí sentado. Era como si le hubieran arrebatado parte de su propia vida.

Su papá Taehyung tenía unas arrugas incipientes y los ojos nostálgicos. Cada vez que estaba en silencio su mirada se perdía y parecía estar viajando en sus recuerdos.

—Nunca voy a dejar de amarlo, Kookie.

Taehyung miró la mesa, a las galletas de limón favoritas de papá Hoseok, y notó que papá Taehyung no se había servido nada para beber.

Se puso de pie y levantó la taza de su padre para llevarla a la cocina. Él pareció no notarlo, únicamente concentrado en los pájaros volando en el patio que se veían por la ventana.

Jungkook puso a calentar el agua. Le agregó unas cucharadas extra de miel al té que le preparaba a su padre. Le puso todo el dulzor del mundo y todo el amor de hijo. Por el sabor a familia y porque habían veces en las que un poco de miel no bastaba.

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